martes, 20 de octubre de 2009

"caminando a travez de la verdadera realidad"


Caminaba apuradamente. Por las calles de mi barrio antiguo y tranquilo el día llegaba a su término y el cielo parecía querer arrojar funestas lágrimas sobre la ciudad inquieta y acelerada. Mientras avanzaba miraba pasar ante mis ojos contrastantes postales que surgían ante mí mirada impotente de no poder hacer casi nada para remediar la injusticia y la inequidad creada por este sistema llamado capitalismo y que algunos se obstinan por disfrazar con el nombre de libre mercado. Así iba recorriendo los alrededores para salir de esa burbuja en la que vivo y vivimos inmiscuidos graciosamente en una realidad de bienestar individual que no nos permite conocer la realidad de nuestros semejantes y nos hace creer que el mundo no es tan injusto como lo señalan algunas personas bondadosas a las que el sistema actual trata como si fueran locos, lo mismo le sucede al que de un momento a otro se da cuenta que todos estaban equivocados e intenta ir contra la corriente a favor de la verdad y de un momento a otro es sacado del juego absurdo y tramposo que de un momento a otro parece tomar colores violentos a manos de aquellos que solo tienen como arma la violencia y la brutalidad, “la crueldad es la fuerza de los cobardes” como lo decía un viejo proverbio árabe y queda demostrado en los diferentes pasajes de nuestra historia.
Mientras avanzaba y me adentraba en las realidades que muchos parecen no conocer o mejor dicho todos parecen querer callar. La suerte de los destinos parecía disminuir cada vez mas junto con la velocidad de mis pasos, Cada paso me hacia dudar si este era el mundo al cual yo pertenecía y cada paso significaba además una nueva miseria. Así Observaba con pesar lo que la cruda realidad ponía abiertamente ante mis sentidos. Divisaba a pocos metros de mí a un hombre que probaba su suerte hurgueteando afanosamente un basurero como si fuera su única esperanza, sus ojos tenían un aspecto cansado y triste, su pelo largo y sucio denunciaba la injusticia. Su cara en fin tenia el aspecto de una sombra al que algunos les conviene ocultar y a otros simplemente callar, sus ropajes andrajosos y cortados señalaban la vida dura y difícil de los que no se tienen mas que a si mismos.
No queriendo ver mas aquella postal y lleno de impotencia conversaba conmigo mismo y maldecía el día en que la desigualdad hecho raíces en la odiada vida de los desamparados y veía con lastima como la riqueza de algunos se forjaba cada día a costa de la miseria de los pobres.
Seguí caminando en medio de la tristeza que me producían aquellas reflexiones y solo a unos pocos metros de este hombre escuchaba el jolgorio y las risas de aquellos que la suerte o su astucia les sonrió. Parecían tenerlo todo incluso tenían quienes les cuidaran sus pertenencias. Afuera un hombre se encargaba de cuidarles sus autos para que pudieran gozar de seguridad en medio del lujo y del despilfarro. Sus mujeres y sus hijos reían a carcajadas y otro hombre se encargaba de servir y agasajarlos en medio de un restaurante que parecía el verdadero paraíso ofrecido por dios y la iglesia a los desposeídos. A fuera el hombre que ya había terminado de probar su suerte en la basura se preguntaba como seria el cielo, del cual todos los domingos le hablaban y le ofrecían en la misa a la cual asistía siempre un poco por fe y otro poco por recibir la ayuda en alimentos que le brindaba la iglesia, pensaba y al mismo tiempo se decía para si mismo. “A mi me gustaría ir al cielo", solo que si van también los que cada día escucho en el restaurante que esta a unos metros de donde yo pido. Yo no quisiera ir alli.

1 comentario:

  1. potente, la reflexion es el hilo conductor de los muchos temas que abarcaste en esa caminata, me refiero a los que has escrito, que es como ir caminando precisamente e ir viendo muchas cosas, tal vez hubiese sido conveniente para sintetizar haberte concentrado en la anecdota del final que resume bien lo que podría haberse dicho así con menos palabras.

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